La evolución del género slasher y su heroína Final Girl


El cine de terror tiene muchos rostros, pero pocos tan reconocibles como el del asesino con máscara y cuchillo en mano. El subgénero slasher se consolidó desde finales de los años setenta como una de las formas más populares del terror adolescente: un asesino, generalmente armado con cuchillas o machetes, persigue a un grupo de jóvenes que son eliminados uno a uno. Lo que hace al slasher tan atractivo es su combinación de violencia explícita, reglas reconocibles y la aparición de un personaje clave: la Final Girl. La Final Girl es la última sobreviviente del grupo, aquella joven que logra enfrentar al asesino en el clímax de la película. Al principio, se caracterizaba por ser moralmente “pura”: la responsable, la estudiosa, la que no bebía ni tenía relaciones sexuales. Sin embargo, a lo largo de las décadas, esta figura ha cambiado, convirtiéndose en el verdadero corazón del género. Su evolución refleja las tensiones sociales de cada época, desde los miedos conservadores de los años setenta hasta la diversidad y el trauma contemporáneo.

Orígenes del slasher (años 70)


Aunque el slasher como tal se consolidó a fines de los años setenta, sus raíces pueden rastrearse en tradiciones anteriores del cine de terror y del thriller. Películas como Psycho (1960) de Alfred Hitchcock introdujeron la idea del asesino con cuchillo y la cámara subjetiva que se alinea con su mirada, anticipando convenciones que serían centrales en el género. Sin embargo, fue recién en 1978, con el estreno de Halloween de John Carpenter, que el slasher adquirió la forma reconocible que lo haría masivo. En Halloween, Michael Myers, un asesino enmascarado que regresa a su pueblo natal, acecha a un grupo de adolescentes durante la noche de brujas. La película estableció varios de los elementos narrativos que se volverían casi reglas: el asesino implacable y aparentemente indestructible, el grupo de jóvenes que son eliminados progresivamente, el uso de espacios suburbanos como escenario del horror, y, por supuesto, la presencia de la final girl. Laurie Strode, interpretada por Jamie Lee Curtis, se convierte en el arquetipo de esta figura: una joven responsable, estudiosa y retraída que logra sobrevivir a diferencia de sus amigas, quienes son asesinadas tras consumir alcohol, drogas o tener relaciones sexuales. Carol J. Clover, en su influyente ensayo Her Body, Himself: Gender in the Slasher Film (1987), definió a la Final Girl como aquella figura femenina que, por su pureza relativa, logra sobrevivir y enfrentarse al asesino (Clover, 1987). El contexto de los años setenta es fundamental para entender esta construcción. Tras los cambios culturales de los sesenta (liberación sexual, drogas, movimientos contraculturales), Estados Unidos atravesaba una reacción conservadora. Las películas slasher parecen reforzar ese giro: los personajes que transgreden las normas (sexo, alcohol, drogas) mueren, mientras la joven responsable sobrevive (Staiger, 2003). Así, Laurie Strode no es solo una adolescente en peligro, sino un símbolo de las ansiedades sociales de su época.

La fórmula de los 80s


Si los años setenta sentaron las bases del slasher con Halloween (1978), la década de los ochenta fue la de su explosión comercial. Durante estos años, el género se convirtió en una verdadera maquinaria de producción, con sagas que se multiplicaban año tras año y con un público juvenil que acudía masivamente a los cines para ver la nueva entrega de su asesino favorito.
Las reglas parecían claras: quienes bebían, fumaban marihuana o tenían relaciones sexuales eran los primeros en morir. Esta repetición generó la sensación de que el slasher funcionaba como una parábola moral, donde la transgresión juvenil era castigada con violencia, mientras que la virtud se recompensaba con la supervivencia. La final girl, en consecuencia, permanecía atada a la figura de la “chica buena”: alguien responsable, sobria y, sobre todo, sexualmente contenida.
En películas como Friday the 13th, personajes como Alice (Adrienne King) o Ginny (Amy Steel) encarnaban esta moralidad implícita.
No obstante, esta fórmula comenzó a recibir críticas feministas. Para algunas autoras, los slashers reforzaban estereotipos sexistas, castigando a las mujeres activas sexualmente y exhibiendo violencia hacia los cuerpos femeninos como espectáculo visual (Clover, 1987). Otros análisis sugieren que, aunque problemáticas, estas películas también permitieron que las espectadoras se identificaran con un personaje femenino que asumía el protagonismo en un género dominado por la mirada masculina (Bosch, 2016).

El giro metanarrativo de los 90s


El cansancio de la fórmula llevó a un cambio radical en los noventa. Scream (1996), dirigida por Wes Craven, revitalizó el slasher al introducir la autoconciencia. Los personajes conocían las “reglas del terror” y las mencionaban abiertamente. En este contexto surge Sidney Prescott (Neve Campbell), una Final Girl distinta. Sidney rompe el molde de la final girl tradicional. No sobrevive por ser virginal o moralmente intachable, sino por ser inteligente, valiente y activa frente al asesino. Esto coincide con el contexto cultural de los noventa: la tercera ola del feminismo cuestionaba estereotipos rígidos de feminidad, promoviendo representaciones más complejas de las mujeres en la cultura pop. Sidney encarna esta evolución: su supervivencia no depende de la obediencia a un código moral, sino de su accionar y resiliencia. El impacto de Scream fue enorme. Inspiró imitaciones como I Know What You Did Last Summer, Urban Legend o The Faculty, y generó un nuevo ciclo de slashers posmodernos. La final girl ya podía ser consciente de su rol, desafiar expectativas y enfrentarse al asesino con astucia, marcando un antes y un después en la narrativa de terror adolescente. Reinventando la Final Girl (2000s en adelante)
A comienzos del siglo XXI, el slasher enfrentaba el desafío de revivir un género agotado. Una de las estrategias más evidentes fue la producción de remakes de clásicos. Estos remakes, como The Texas Chainsaw Massacre (2003), Halloween (2007), Friday the 13th (2009), A Nightmare on Elm Street (2010), The Hills Have Eyes (2006) y Chucky (2010), presentaron finales girls transformadas: más activas, creativas y con mayor acción frente al asesino.
En Scream 4 (2011), la película funciona como comentario sobre estos remakes. Sin embargo, no es un remake completo: mantiene a Sidney, Gale y Dewey mientras introduce un nuevo grupo de víctimas, como a Jill Roberts (Emma Roberts) la prima de Sidney como protagonista. Esto permite a Scream 4 actuar como recuela, un híbrido entre remake y secuela que respeta la historia original mientras pasa la antorcha a la nueva generación.
Posteriormente, las recuelas consolidaron esta estrategia. En Scream 5 (2022), un grupo de estudiantes es atacado por un nuevo Ghostface, mientras Sidney, Gale y Dewey siguen presentes como figuras centrales que conectan con el legado del género. De manera similar, Halloween (2018) combina la presencia de Laurie Strode con su nieta y amigos adolescentes, manteniendo continuidad y ofreciendo nuevas perspectivas de la final girl.
Además, en los últimos años se observa una mayor inclusión de diversidad étnica, sexual y de clase. Protagonistas LGBTQ+, mujeres racializadas o provenientes de contextos humildes han ganado espacio en el género, como el personaje de Deena (Kiana Madeira), protagonista de la trilogía de Fear Street (2021), (Almwaka, 2022). De este modo, la Final Girl contemporánea no solo representa resistencia, sino también pluralidad. Hoy, la Final Girl ya no es simplemente la “chica buena”: es la superviviente compleja, marcada por traumas y contradicciones.

El slasher, lejos de ser solo entretenimiento sangriento, funciona como un espejo cultural.
Cada Final Girl cuenta la historia de su época: Laurie Strode como símbolo del conservadurismo setentista, Alice como eco de la moralidad ochentosa, Sidney Prescott como rostro del feminismo noventero y las protagonistas actuales como encarnaciones de diversidad y resiliencia.

De víctima moral a heroína compleja, la Final Girl demuestra cómo el cine de terror puede condensar ansiedades sociales, debates culturales y transformaciones políticas. Hoy, más que un tropo, es una figura de resistencia: una mujer que no solo sobrevive, sino que redefine qué significa resistir en un mundo hostil.


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🧶 Referencias:
1️⃣ Almwaka, M. (2022). Complex female agency, the “Final Girl” trope, and the subversion and reaffirmation of patriarchy: The cases of Western & MENA horror films. Journal of International Women’s Studies, 24(3), 5.
2️⃣ Bertling, J. (2016). Modern horror film and the evolution of the “Final Girl”. California Polytechnic State University.
3️⃣ Bosch, B. (2016). Gender in the slasher film genre. University of Nebraska–Lincoln.
4️⃣ Clover, C. J. (1987). Her body, himself: Gender in the slasher film. Representations, 20, 187–228.
5️⃣ Screenhub. (2022). Laurie Strode, Halloween, and the legacy of the Final Girl.
6️⃣ Staiger, J. (2003). Slashing the monster’s body: Transgressive sexualities and the horror film. Film Studies, 3(1), 34–52.
📷 La chica final: el icono del género
📷 El cine de terror y las “final girl”